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    El cuento “Vinimos todo el camino desde Cuba” de Obeja me recuerda la historia de
    la inmigración de mi familia desde Cuba, específicamente la de mi padre. Solo me ha contado
    la historia de su inmigración una vez antes, ya que por alguna razón no le gusta discutirlo, pero
    me alegro de haberlo escuchado al menos una vez. Décadas después de Obeja y su familia, mi
    padre salió de Cuba en una pequeña balsa robada en los años 90. Se fue con uno de sus
    hermanos y algunos de sus primos. También fue un asunto de familia, pero no había mujeres ni
    niños a bordo. Partieron por la tarde y pasaron toda la noche en el mar. Mi padre dijo que
    estaba increíblemente oscuro en el mar abierto por la noche y que las olas eran más grandes
    que las que jamás hubiera visto. Al igual que la familia de Obeja, la balsa de mi padre fue
    descubierta al día siguiente por algunos estadounidenses. Ellos estaban en un viaje de pesca
    frente a los Cayos de Florida cuando subieron a mi padre y a los demás a bordo y los llevaron a
    tierra. Desde allí fueron transportados al edificio de inmigración en Miami. Los Estados Unidos
    todavía aceptaba refugiados cubanos en ese momento, por lo que estaban dispuestos a
    aceptarlos, pero mi padre no tenía familia en los Estados Unidos entonces tuvieron que encontrar
    arreglos para él en algún lugar como la familia de Obeja. Sin embargo, lo que eso significó para
    él fue enviarlo a Idaho. Entre risas, mi padre describió cómo
    el oficial de inmigración le informó por primera vez que lo iban a trasladar a Idaho y que no
    tenía idea de dónde estaba. Sacaron un mapa para mostrarle dónde estaba el estado. El
    hombre señaló la punta de Florida y dijo que aquí está Miami y luego arrastró su dedo por los
    Estados Unidos y dijo que aquí está Idaho. Mi papá pensó, “Alabao, que lejo”. Luego le
    informaron del frío que hace allí en invierno y que debía prepararse para eso. Una vez más, mi
    padre no podía creer su suerte. Esto no era lo que había imaginado. Lamentó su pronto reubicación
    de sorpresa durante un par de días cuando una mujer de su mismo pueblo en Cuba, que ahora vivía en
    Miami, vino a buscarlo a él y a los demás. Había escuchado de otras personas en su pueblo natal que
    se habían ido al mar y vino a buscarlos porque sabía que no tenían parientes en Miami. Luego les
    dio un lugar para quedarse en su casa y les consiguió trabajo trabajando con su esposo en
    jardinería. Mi padre está increíblemente agradecido con ella y su amabilidad. Ella realmente lo
    salvó de tener que viviren Idaho.
    A diferencia de Obeja y mi padre, yo nací en los Estados Unidos, pero todavía siento
    una conexión con sus historias de migración y la complejidad de sus experiencias. Es una
    historia y una genealogía que lleva a mi existencia hoy.

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