Home Forums Semana x10: Crítica cuir e ideología Reír y Escribir: Crítica Cuir e Ideología

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    José E. Valdivia
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    En la discusión sobre la crítica cuir e ideología, la profesora Lina nos preguntó, ¿cuál es el papel social del artista en la Cuba comunista? Discutimos cómo los artistas en Cuba estaban bajo la obligación de crear arte con propósitos socio-políticos, específicamente en apoyo del partido comunista. En otras palabras, el arte tiene que ser productivo para el estado, y todo arte que no sea productivo no es valorado. Similarmente, en términos de producción, el partido comunista de Cuba consideraba que la gente cuir no era productiva para la sociedad, y entonces los mandaban a campamentos de labor llamados Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). En este contexto, el escritor cubano Reinaldo Arenas escribe su cuento Arturo, La Estrella Más Brillante (1984). Nuestro protagonista, Arturo, es un homosexual que es capturado después de una fiesta y es internado en una de las UMAP. Durante su captura, Arturo escribe, en donde puede, mundos fantásticos a dónde se escapa. Quiero explorar por qué Arenas elige un protagonista travesti o loca para crear sus fantasías, y cómo las ‘inutilidades’ de su arte se resisten a la ideología de la Cuba comunista.

    En el pasado he explorado el tema de la loca del barrio, y cómo esta figura sirve como un arquetipo o una identidad contextualizada de lo cuir latinoamericano y caribeño. Esta figura está marcada por la disidencia sexogenérica, racial, y socioeconómica, entre otras intersecciones. En el cuento Arturo, la figura de la loca es vista como una de las muchas inutilidades de la sociedad cubana comunista. Arturo nos habla sobre las locas un términos peyorativos pero con cierta admiración:

    ellos [las locas], con sus infinitas conversaciones inútiles, ellos con sus gestos excesivamente afeminados, artificiales, grotescos, ellos rebajándolo todo, corrompiéndolo todo, hasta la auténtica furia del que padece el terror…. Ellos, reduciendo la dimensión de la tragedia, de la eterna tragedia del sometimiento, de su eterna desgracia, a la simple estridencia de un barullo, enarbolando el choteo, la risa, el marcado aleteo de las pestaña. (10)

    Las primeras descripciones de las locas enfatizan las inutilidades de sus “infinitas conversaciones”—esa risa, esa voz, esa carcajada y grito, que reverbera por las paredes de un barrio solemne es una auténtica amenaza al orden del estado comunista. ¿Si las locas andan de risas, quién está trabajando? Lo que me encanta es cómo Arenas captura la resistencia en cada movimiento cotidiano de la loca, como el performance “artificial” y “grotesco” de la loca tiene el poder de “rebajar, “corromper,” “reducir” la tragedia y el terror con sólo el “aleteo de las pestaña[s].” Nos demuestra que en este performance fallido de la (a)feminidad, se corre el riesgo de la corrupción de un orden hegemónico. El poder generativo de la loca, que crea fantasías con cada paso que toma, le sirve a Arenas para demostrar un arte poderoso que no sirve una función social desde la perspectiva del estado comunista. El protagonista, Arturo, es un hombre homosexual que al entrar al campo de labor empieza a asimilar el papel de la loca porque “si quiería sobrevivir tenía que adaptarse o fingir adaptarse… tenía que hablar como ellos [las locas], tenía que reírse como ellos, tenía que hacer los mismos gestos que ellos… [y] comenzó a lanzar la típica carcajada de la loca histérica” (32).

    Ahora explicaré cómo al apoderarse de la figura de Arturo, la loca, Arenas hace crítica hacia la noción de un artista que sirve la función social en apoyo del estado comunista. El cuento empieza in media res, con Arturo ya capturado y contándonos sobre su creación. Describe un mundo fantástico con elefantes y llanuras: “y ahora hizo descender los elefantes y depositó sus grandes figuras palpables y apacibles al final de la extensa llanura, donde comenzaba su gran obra.” Esto lo hace para escaparse dentro de la ficción de su obra, un lugar en donde la realidad y lo imaginario no se pueden distinguir. Hace todo esto en secreto, ya que es ilegal que él escriba mientras esté preso en el campo. Se roba los folletines comunistas para escribir hasta en los márgenes con tal de que pueda seguir creando su obra. Después de mucho tiempo en construcción, Arturo se enloquece y huye del campo. Cuándo los guardias buscan por sus pertenencias, encuentran “papeles, papeles, cartones, pancartas, afiches, actas de consejos de guerra, y todo escrito hasta los mismos bordes… con trabajo, lee, al instante, asqueado… nos desmoraliza a nosotros, al país, a la patria, mira lo que escribe, contrarrevolución, contrarrevolución descarada… qué cantidad de sandeces y boberías, qué verborrea, que palabras tan raras” (66-7). Lo que me interesa es cómo estos mundos fantásticos son caracterizados como “boberías” por el partido comunista, y cómo esta obra magnífica resiste la productividad exigida por el estado. Siento que estas escrituras extensas y complejas se pueden relacionar a la misma existencia de la loca, que con su risa corrupta la orden hegemónica.

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