Home Forums Semana 6: Racialización y cuir-cidad Ni de Aquí, Ni de Allá: Racialización Cuir

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    José E. Valdivia
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    Así como los españoles les impusieron a los africanos y a los indígenas sus sistemas religiosos y económicos, también les impusieron sus sistemas sexogenéricas y raciales. En esta jerarquización de identidades, ser blanco es ser limpio, y ser negro es ser sucio—peor es er negro y maricón. El cuento “¡Jum!” de la colección En Cuerpo de Camisa de Luis Rafael Sánchez captura las tensiones de este cruce entre imposiciones sexogenéricas y raciales. Un maricón negro, que no solamente es cruzado por sexualidad sino que también por la disidencia de género ya que es afeminado, es aterrorizado por un pueblo de negros hasta terminar en su asesinamiento. Quiero explorar estas tensiones y ver cómo en “¡Jum!” se representan las imposibilidades de la existencia negrx cuir.

    El primer marco de disidencia sexogénerica del protagonista viene en la segunda oración del cuento: “el hijo de Trinidad se prensaba los fondillos hasta asfixiar el nalgatorio” (49). Nota como no se nombra el protagonista; el nada más existe como “el hijo de Trinidad,” pudiera ser cualquier hombre maricón, el hijo de quien sea y no importa, ya que el cuento es una representación de realidades diversas, no la experiencia de un sólo hombre. Este hombre es raro y hablan de él porque es un afeminado que usa pantalones o calzoncillos apretados, los tipos que enseñan todo. De hecho, ni le dan su justa humanización, ya que lo describen como un “ave rarísima,” ni persona es. Aún no sabemos mucho del hijo de Trinidad; nada más que es un maricón raro, y que en su pueblo pequeño todos hablan de él: “¡Patito! ¡Pateto! ¡Patuleco! ¡Loca! ¡Loqueta! ¡Maricastro! ¡Mariquita!” (50). Hasta ahora todo apunta hacia un cuento típico de la loca del barrio, ese maricón afeminado quién hace rupturas por donde camina.

    No es hasta medio cuento que nos revela el narrador que hay otro elemento que causa tanto odio hacia el hijo de Trinidad. Este pueblo es de negros, y en este lugar casi no hay blancos. Empezaron los rumores “que el hijo de Trinidad se marchaba porque despreciaba los negros. [Y] que se iba a fiestar con los blancos porque era un pelafustán” (51). En este pueblo de negros el estereotipo impuesto por la colonización dice que los negros no pueden ser maricones. Que eso es de blancos, y como el hijo de Trinidad es un raro, alguien que no realiza las expectativas de una masculinidad negra hegemónica, entonces él quiere ser blanco y quiere despreciar su propia raza. El miedo que le causa tanto acoso de todo el pueblo, lo hace refugiarse en su casa, ya que allí más o menos no lo pueden molestar. En una noche que decide salir—nocturno como muchas de las otras locas—los del pueblo empiezan a acosarlo. Le empiezan a empujar, aventar, y apuñalar, gritándole: “¡Jondéate pal infierno! ¡Que no vuelva! ¡Que no vuelva! ¡Que no vuelva!” (53). Sánchez captura perfactamente el sentimiento de terror, confusión, y fastidiación del hijo de Trinidad al enfrentarse con la violencia de su propia raza: “Más sangre, más dolor, más risa, más voces, más sombras, más sombras negras de negros, más cara negras de negros, más lenguas negras de negros” (53). La repetitción de “más” y “negras de negros” crea la intensidad del momento justo antes de que lo mataran—esa experiencia de ser despreciado en la comunidad blanco por ser negro y cuir, pero también de ser despreciado en la comunidad negra por ser negro y cuir.

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