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  • #2708

    En Reading for Transgression–Queering Genres, Sheldon escribe que en el contexto de lo cuir, la disrupción se manifiesta en la forma de un monstruo, una figura que repele al mismo tiempo que atrae . En su artículo, escribe que “the vampire condensed specific historical anxieties about sexuality, race, class, and empire into one highly wrought and overdetermined figure: the monster whose body is transgressive both in its peculiar appetites and in its elastic, boundary-shattering form” (Sheldon 177). “La carne,” de Virgilio Piñera, se trata de un pueblo que, por medio del estado opresivo, decide comerse. En este caso el “monstruo” o “vampiro” es el acto colectivo de la gente al participar en el canibalismo. Al comerse, la gente del pueblo participa en un acto transgresivo de las normas de su sociedad. Al mismo tiempo, el acto en sí es sensual y representa una disrupción social de los sistemas normales y de las expectaciones normativas.

    Primero, hay un voyeurismo erótico que manifiesta en las acciones y cuerpos de la gente del pueblo. Por ejemplo, Ansaldo muestra su nalga izquierda como un filete al pueblo para que las personas copien su acto de canibalismo; se describe como “‘una demostración práctica a las masas’” (Piñera 15). El hecho de que la nalga sea una parte erótica del cuerpo y que el pueblo le mira muestra un sentido de lo voyeur. Además, esta “disrupción” sirve como un catalizador a un movimiento de disrupción, de lo monstruoso en términos del consumo del mismo. El tema del voyeurismo también reaparece con el bailarín cuando la gente lo come, dejando para lo último los dedos. Esta fascinación y hambre por los dedos, y el hecho de que otra vez hay un sentido de mirar a la escena, demuestra también lo erótico como un mecanismo de disrupción, de hacer lo que no es aceptado.

    A partir del voyeurismo como un aspecto de lo monstruoso o la disrupción, hay una disrupción tangible de los sistemas políticos y sociales. Por ejemplo las señoras, al comer sus propias lenguas, ya no pueden besarse, una costumbre social. Además, comen sus senos, y en este sentido hay una ruptura de normas heteronormativas–una disrupción de los binarios de lo femenino y lo masculino. En términos de lo político, el alcalde, por la falta de sus yemas, no puede firmar la sentencia de muerte de los criminales. Aquí se ve otra vez una disrupción de normas políticas a través de hacer lo que un monstruo haría. Por lo tanto, la disrupción/el monstruo representado en las acciones de la gente del pueblo sirve como un desafío de las normas políticas y sociales.

    Bibliografía
    Sheldon, R. (2019). Reading for Transgression: Queering Genres. T. Bradway & E.L. McCallum, Eds., After Queer Studies: Literature, Theory and Sexuality in the 21st Century (pp. 171-187). Cambridge University Press.
    Piñera, V. (2006). La carne. J. T. Serrano (Ed.), Cuentos fríos (pp. 15-17). Ciudad de México, México: L.D. Books.

    #2709
    José E. Valdivia
    Participant

    Me encanta lo que dices del voyeurismo—no lo había pensado de esa manera. Es interesante notar como el mismo narrador omnisciente asume el papel del voyeur. No toma el parte en la destrucción, pero la mira con un tipo asco y fascinación (en mi reflexión cité una línea del narrador que nos cuenta que era un espectáculo glorioso.)—lo mismo que tú describes como el monstruo “que repel[a] al mismo tiempo que atrae.”

    Es interesante como nosotres dos escribimos sobre el mismo cuento desde el punto de vista de lo monstruoso/lo abyecto, pero que hayamos llegada a diferentes rutas con un tema similar: el voyeurismo/lo monstruoso vs. la subjetividad/lo abyecto.

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